viernes, octubre 16, 2009

Experiencias



Ayer viví una situación que no sé si considerar kafkiana, rocambolesca, surrealista o quizás almodovariana. Y por su rareza no me resisto a no contarla.
Aunque he resuelto provisionalmente el tema de la estancia en Málaga, no estoy muy convencida, así que me he propuesto, sin prisa pero sin pausa, buscar un estudio o un piso de alquiler de uno o dos dormitorios en una zona más céntrica. Paseando por las cercanías de la estación María Zambrano recogí un número de teléfono en el que se proporcionaba precisamente lo que busco, así que llamé para ir a verlo cuando fuera posible. Me contestó alguien con voz afeminada y dominante, cortándome escuetamente y emplazándome a que lo llamara más tarde porque estaba conduciendo. Así lo hice. Tras varios intentos fallidos por fin me coge el teléfono y, acompañado del trasfondo ruidoso de un bar, con la tranquilidad en la voz de tener ya una cervecita o similar en mano, me informa de que tiene varias opciones, me detalla los precios y me aconseja que lo mejor es vernos para enseñarme lo que tiene y concretar. Quedamos, pues, para el día siguiente por la tarde, así que sobre las seis allí estaba yo donde habíamos quedado, dándole un toque, tal como habíamos convenido. Me coge el teléfono bostezando, exactamente como si yo acabara de despertarlo de una agradable siesta, y, de mala gana, me dice que si me interesa el precio lo suficiente como para ir a ver el piso. Le digo que, ya una vez allí, y después de haberme puesto a ello, no pierdo nada por ir a verlo. Me cita en una dirección y me dice que una vez esté allí ya me llamará él. Pienso que cómo va a saber él que he llegado, pero inmediatamente me digo que probablemente me estará esperando en algún bar de amplios ventanales con vistas al portal indicado.. Llego al sitio acordado y me pongo a esperar como un pasmarote, hasta que compruebo, tal como me avisaban en principio mis malos pensamientos, que efectivamente este hombre no está viéndome tras ningún amplio ventanal de ningún bar. Lo vuelvo a llamar y me responde con desgana (seguro que pensando "otra vez la pesada esta..") que suba al 2ºB. Entro en el edificio, que, la verdad, no tiene mala pinta y empiezo a hacerme una idea de cómo podría ser vivir allí, cerca de la playa y de la brisa marina. Llamo a la puerta y...¡sorpresa!: me recibe un señor calzado de chanclas con calcetines y en camiseta de las Marlon Bradon, pero en cutre (de un color cercano al blanco en su origen, en un cuerpo cercano al danone en lo blandengue). Tiene en la cabeza algo que en principio no distingo bien porque el salón al que entro está sombrío, pero después veo que es una plasta de tinte negro azabache. Lleva también un pantalón vaquero de cuya cintura cuelga un cinturón desabrochado que él, quizás por educación, se pone a abrocharse mientras me invita a pasar. El mobiliario del salón, cubierto de polvo y objetos desordenados, delata que vive solo y que está poco en casa. Me indica que me siente en un sofá rojo desvencijado, mientras él lo hace en un sillón anejo de color indefinido. Me explica que tendremos que esperar unos minutos porque se acaba de echar un tinte y después iremos a ver el único apartamento que le queda (el del precio más caro, claro). Se queja del dolor de cabeza. Cruza las piernas, posa en las rodilas las dos palma de sus manos, me mira fijamente a los ojos y me dice:

-Tú dirás lo que quieres.

Yo no sé ya lo que quiero ni si estoy buscando piso o si estoy defendiéndome de algo malo que he hecho. Así que cabilo rápidamente una respuesta. Le resumo lo que habíamos hablado por teléfono, le pregunto por las condiciones, el sitio, los precios, el aparcamiento....Entonces me dice:

-El palacio de Buckingham no lo vas a encontrar por el precio de una chabola, hija mía.

Yo, asustada, y temiendo haber dicho algo inapropiado,me justifico como puedo:

- Yo pregunto- digo.

-Y yo respondo -dice.

Vuelvo a intentar acertar y le pregunto que si me hará un contrato. Y él me responde, creyendo que soy tonta de rebote, tanto como para estar allí dentro sin saber como irme y tanto como para querer solicitar una ayuda oficial de alquiler para jóvenes.:

- Pero, vamos a ver ¿para qué quieres tú el contrato? ¿Tú que edad tienes?

Atisbo una salida y le digo, ignorando su pregunta sobre mis años, que la ayuda es para empleados de la Junta, independientemente de la edad.
Entonces lo llaman por teléfono. Se va a una habitación, dejándome sola unos segundos en aquella ratonera. Me pongo de pie pensando en inventar algo para irme. Viene y le digo que lo espero en la callle, que tengo que llamar por teléfono.

- Pero con el móvil puedes hablar aquí...Que son diez minutillos y nos vamos.

-Ya, pero estoy acalorada, que he venido a la carrera. Y me apetece que me dé el aire.

Yo ya no quiero piso, ni apartamento, ni playa, ni brisa....Salgo pitando y casi sin pensarlo lo llamo por el porterillo. Otra vez la pesada. Que mire, que lo he pensado mejor y tiene usted razón, que para qué voy a verlo si no me conviene el precio, que para qué le voy a hacer perder el tiempo, que no se apresure usted con el tinte, que me voy y ya lo llamo yo de nuevo a ver si se le queda algo libre que se ajuste a mis necesidades.....

Huyo de allí como una condenada y casi me doy de bruces con un senegalés o similar de preciosos ojos claros que me ofrece un folleto en el que puede leerse:

PROFESOR MAMADOU
Gran vidente especialista en todo tipo
de problemas y dificultades

Ciertamente, el día no puede ser más raro...Y además es un jueves 15, el día de la suerte.

6 comentarios:

Juanma dijo...

Yo tengo muy buenos recuerdos de la Barriada "El Palo"...por si lo quieres intentar por ahí.

¡¡Y vaya historia!!

Besos.

A_ca_dia dijo...

Madre mía...¡de miedo! A mi me pasó algo parecido en una entrevista de trabajo. El sujeto me explicaba que, si era la elegida (luego supe que era la única candidata), tendría que convivir con él y su padre, ambos esquizofrénicos y señaló repetidamente la necesidad de que no tuviera miedo a los perros, pues en el puesto de trabajo los había, y no muy amigables...

Leticia dijo...

¡Uy, uy uy...! Ni loca tenía yo tratos con ese...

Marian dijo...

Gracias, Juanma, pero el Palo me pilla muy lejos, y, además,ya he solucionado por fin el tema del alquiler gracias a un compañero...¡menos mal!
Edelia, lo tuyo también es de libro...No cogiste el trabajo ¿no?
Leticia, desde luego, con gente así, ni loca. Yo salí de allí zumbando por eso...Lo que no sé es cómo se rodearon las cosas para verme envuelta en semejante circunstancia...

Lourdes Domenech dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lourdes Domenech dijo...

Marian, al leer la escena, me han venido a la mente Mendicutti y sus personajes marginales.
Siento que no lograras tu propósito, pero la anécdota bien vale ser contada.